domingo, 27 de enero de 2013

Palabras atemporales.

No es un relato
y mucho menos un recuerdo.
Los versos se inundan de
lo vomitivo,
de lo atemporal.
La imaginación me desprestigia
si quiero camuflar
tanto beso radioactivo
imposible de disimular.
¡No es ni narrativa!
Es que ya no confío en la melodía
Es un suicidio pragmático
de mi mente
que sólo experimenta lujuria
y el exterminio del tabú
en los guetos en dónde
encerraste mi libertad.
Hasta las palabras son
relativas
y las letras se me derriten
en el papel.
Y me muero de agonía
porque me dí cuenta
que te pusiste a analizar
esta poesía.

Deseos retóricos.



Escalofríos de lata,
entumecidos
y podridos,
alucinando con el calor.
Estupefacto besabas
acaramelándome el alma.
Tu lengua de metal
se dilataba
y retorcía
sobre la piel húmeda que recorría.
¿A dónde vas con tanta ropa,
con tanta prisa,
desperdiciando la sensualidad
que emana tu caminar?
Las uñas negras
de mis dedos dormidos
te detenían.
Tu espalda rígida,
arquitectura de una pasión sicodélica
ahora me perseguía.
¿A dónde me arrastrás tan lento
tan cuidadoso
tan irresistible y prepotente?
No es rabia
ni agonía
mis gritos cuando me colonizas la piel
son auténtica poesía.

miércoles, 16 de enero de 2013

Erótica batalla.


Entonces la boca fue brasa.
La mano se hizo fuego,
inextinguible,
como el ardor de sus adentros húmedos.
Sus fluídos erupcionables se extinguían en el río líquido que circulaba en sus sexos, que ahora eran uno. Incendiándose.
Incendiándome te descubrí,
aniquilándome la soledad de un solo disparo.
Como franco tirador afilaste tu arma.
Acariciabas con tus dedos húmedos
el filo de tu miembro.
Tu boca (que era brasa) me magnetizó el pecho
mientras te masturbabas el alma, mi soledad se consumía en tu sonrisa.
“No mientas” te pedí con la mirada.
Y seguías afilándote ansioso por disparar.

A mi las balas siempre me habían excitado.
Uno poco  la fantasía de morir baleada de orgasmos,
alimentaba mi obsesión.
Era por eso que quería manosear tu revólver hasta desaparecerme.

La mano se me hizo fuego.
Te reposaste desnudo sobre el paredón,
irresistible te fundías en el muro
con mis uñas en tus muslos,
mientras el revólver revivía
y nos acribillaba la infidelidad a los dos.

Cuando un poeta escribe sobre sexo.


Un baño para desprenderme la poesía-borrador de la lengua,
masajes para expresar todo lo que mi poesía pueda gritar, besándote.

Mis piernas se estiran.
Hacerte el  amor en el sillón me inspiró el caminar.

Tu mano se detuvo en la esquina,
Por dónde nos solía pasar a buscar el ardor.

Inoportuno te encontré en mi habitación,
y se me deshizo la toalla que encarcelaba mi desnudez.
Inoportuno me sonreías.
Con tu histeria me sabías llevar.

Oportunos a la seducción nuestros ojos conversaban,
ninguno de los dos supimos en qué idioma.
El hecho es que, segundos después,
tu boca estaba haciendo piruetas, enredándose con la mía.
Ya de por sí te estirabas y gemías.
Tu empeño retorcido me confesó que eras un espía
¡Adivino! Me enceguecía?
Tu espalda (dinamita) se extinguía.
Inoportuna mi libertad de embriagarme de cada cuerpo que me suene a poesía, se me aparecía.

domingo, 13 de enero de 2013

Ninfomanía Poética



Un grito de placer te desarma,
tenes mis uñas marcadas en la espalda.
No me tapes la boca cuando me hagas el amor.
Asfixiame de tu deseo así me acelero hasta verte extasiado de placer.

Tengo tus colmillos en el cuello,
me dejaste sin sangre.
Ahora no tengo porqué dejar de cogerte el alma,
¡si estás desmayado sobre la sangre que me succionaste!

¿Cuántas putas te hicieron el amor?
¿De cuántas otras te enamoraste?
El desenfreno con el que me embriagas me confiesa otras cosas...
Tus manos aferradas a los senos me saben a desesperación
y a puro talento para hacerle el amor a la primera puta que se te niegue.

Mi talento no deviene del mismo lugar cariño,
pues tus ardientes ojos grises me atravesaron
y tus manos dominaron mis adentros.

Uno por uno tus dedos húmedos construyeron en mí la creatividad para poder cogerte del mismo modo en que te escribo.