domingo, 16 de enero de 2011

Por ella, para ella.


Sentado en el sillón, agotado de tanta pasión, fumaba su cigarrillo.
Que bello observarla dormir.
¿En qué mar estaría nadando en sueños?
¿Con cuántas mariposas volaría en sueños?

Le parecía increíble, poseerla.
Después de haber sido tan amado, y de ésa manera, por ella, ya no podía dejarla ir.
Necesitaba su amor.
Su poesía.
Su salvajismo.
La quería con él.

No se arrepentía de todas las lágrimas derramadas por ella, ella era así.
Y así, era como él la amaba. Y como había decidido seguir haciéndolo.

Desnudo, se paró. Infiltró una mano debajo de su vestido de ceda,
y el roce de ésta con su piel dormida, la despertó.
Abrió sus grandes ojos, y al ser él el paisaje con el que se encontró al despertar, sonrió.
Se sintió feliz, feliz cómo sólo el lograba hacerla sentir.Amarró un brazo derecho a su cuello, lo besó.

Él, ya no sabía si podía vivir sin ése espécimen de amante.
Sin esa rimbombancia, al andar.
No sabía, ni era un problema a resolver.
Se decidió a disfrutarlo.
Se dedicó a disfrutarlo.

E infiltró las manos en los breteles de su vestido de seda, y se dejó amarse como sólo ella sabía.
Y le entregó la pasión que sólo el llevaba consigo, por ella, para ella.