miércoles, 8 de abril de 2015

Arroz con leche

ARROZ CON LECHE me quiero casar. Cantábamos las niñas cuando lo eramos. Mi abuela me hacía arroz con leche. No recuerdo su sabor, tampoco si me gustaba o me desagradaba. Sólo recuerdo que ella lo hacía, simplemente lo cocinaba para mí y para mi hermana. No suelo acordarme de ello o de ella. Un día mi novio me dijo "Mi abuela hace el mejor arroz con leche del mundo" Y entonces zaz! Mi abuela se me reapareció de repente con su arroz con leche, con su estofado de domingo, con sus sacos de lana tejidos a dos agujas, con sus circos, con sus pelis de García Ferré, con su queso con dulce de leche. "Lo tenes que probar" terminó Mauro. Y volví. Creo que cuando conocí el flamante arroz con leche de la abuela de Mauro, me generó lo mismo que el de mi abuela: nada especial. A pesar de que Mauro apareció un día exclamando que la solución a todos sus problemas era que su abuela me enseñase su receta magistral, y así él tendría arroz con leche para siempre. Pero hubo algo que sí me generó su abuela, y que nunca le agradecí. Me hizo trasladarme al amor malcriador, indiscriminado, e irracional que una abuela siente y da a sus ñietos. Me hizo necesitar ése amor. Y fastidiarme por extrañar por completo a mi abuela. Hasta su arroz con leche no había sido consciente de lo que se me había ido a los siete años, y de lo que ya no tenía.
El día que la abuela de Mauro se fue, hubo una sóla imagen que se me vino encima, sórdida, en blanco y negro y sin sabor: el arroz con leche de una abuela.