jueves, 5 de agosto de 2010

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"De acuerdo -dijo quién así, acepto su condena- si vale ya que no valga ni el arrepentimiento, ni los cambios fotuitos en la aplacada mente humana, destruída, estoy de acuerdo acepto mi condena."

El juez, se levantó impotente, llevando consigo, además de su frente alta, y de sus ojos fulminantes, cargaba entre sus manos amarillentas el juicio final a los amantes del bosque zul.

Sería tal vez, la causa más complicada que le había tocado resolver en toda su carrera. No por el caso, no por la resolución, ni por algún inconveniente en encontrar al culpable. Allí todos eran culpables. Llevaba consigo, cargado en el cuerpo encorvado, el mayor plan ideado para poder fulminarse, derrochándose sobre la racionalidad. Discriminando el mundo cuadrático que no escuadra en sus ángulos exactos. Era tan tentador unirse a quienes desafiaban a los indezafiables, a los injuzgables, a quién nadie se atrevía a cuestionar. Y ésos culpables, de entregarse a todo lo que esta encerrado en una jaula en la vida, los culpables de abrir con la llave de la lujuria enredada con un dote de erotismo y algo más de una dosis vital de fuego, había por fín, derribado los muros adictivos, aqiellos que todos llevamos dentro.

Era el quien ahora los juzgaba. Sentía culpa por momentos. Sentía impulsos y deseos ¿No sería muy bajo de su parte? ¿Escandalizarse a aquellos sueños olvidados por sí mismo? ¿Culpables de qué? ¿Qué condena logra ser condena luego de haber encontrado el extasis culminante de la vida? Los interrogantes tenían una fiel arquitectura dentro de su criterio analítico.

"Me declaro culpable. Me entrego a la condena de quién no puede optar por beber del elíxir de la exquisita felicidad por fin conjurada, me entrego a quien cierra los ojos ante el mapa hacia el Aberno, me entrego, sin miedos. Somos nosotros, los acusados y las víctimas, quienes al fín, tienen el secreto de la existencia. La llave de fuego que abre cualquier puerta que latan como un par de piernas encabritadas. Somos nosotros. Y discúlpenme señores, pero ha llegado hasta aquí mi desenfrenado deseo de hacer a ustedes, seres atrapados, hacer salir de la razón, y entrar por fin a guiarse por lo que se debe. ¿Por qué cosa? Preguntarán, lo siento, me estoy entregando a mi condena"

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