Un bar. Una mesa. Un cenicero. Dos personas. Ella. El.
-¿Hace cuánto que esperas?
-Yo no espero a nadie.
-No sólo se esperan personas cariño...
-Todos los hechos convergen en un alguien, lo sabes. Así que no me contradigas.
-O usted es el que converge en un alguien?
-Yo estoy muy lejos de ser un hecho.
-Pero está muy cerca de ser alguien, para mí.
(Se acomodó en su asiento, y por fin me miró a los ojos, directamente. Levantando el ceño fruncido, sonrió)
-Podemos ser muy cercanos. Podemos ser casi uno. Pero no será más que éso. Nada más.
(Intenté mantener su mirada firme)
-¿Quién dijo que yo preciso algo más que ser casi uno?
-No se trata de lo que vos o yo o él o aquel precisen. Se trata de lo que surge de adentro, de nuestro más profundo interior.- (Afirmó apretándose el pecho con dureza)
(Me acerqué hacia él, la mirada era una o casi una aún)
-Mi interior florece cuando usted es quién sabe y disfruta ser.
-Yo no sé ser, señorita. Ando por el mundo divirtiendo al resto del mundo, camuflándome en todos los personajes que me invitan a ser. Ser yo, se trata de no saber serlo nunca.
-Y es justo ahí cuando y dónde florezco.
(Me esquivó la mirada insinuante o delatora o deslumbrante, que me animé a mostrarle. Entonces, dejé de buscar su mirada. A pesar de todo, no podría convencerlo nunca; encendí un cigarrillo y me crucé de piernas)
-Lo único que sé es que hay algo en tus ojos negros, algo que no puedo dominar. Me nace desde adentro una necesidad....
(Me miró al mismo tiempo que tomaba mi mano. Lo miré expectante, mientras fumaba el cigarro)
-¿Necesidad?- (Le pregunté inquietante)
-Sí, éso mismo- (Afirmó, y sonrió, desarmando toda la negación de mi cuerpo)
-Con que necesidad...- (Susurré, acercándome hacia nuestras manos temblorosamente aferradas)
-Éso mismo, cariño.- (Ahora estábamos tan próximos que respirábamos la respiración del otro; apagué el cigarro en el cenicero, chamuscando las cenizas; sin dejar de mirarlo fijo)
No le dije nada. Abrí mis ojos por completo. Le escruté el rostro buscando la respuesta que teníamos en la punta de la lengua y que ninguno de los dos se animaba a expresar ni a traer a la realidad.
-Me nace una necesidad de explorarte cuando me miras así.- (Me dijo. Al mismo tiempo que me tomaba del cuello y me besaba. Su lengua no sabía a soledad, pero se enredó con la mía urgando en los rincones de mi boca, de la suya. Sonriendo. Recorriendo las encías que sabían a agonía de haber contenido ése impulso durante tanto tiempo)
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