éstas cárceles de acero
que acechan todo el tiempo
en búsqueda de amantes incandescentes
que se resistan todo el tiempo a la libertad.
Los amantes se entorpecen todo el tiempo
en la búsqueda absurda
de lo que tienen en sus manos
y no saben usar
y no quieren ver ni escuchar.
Los carceleros amenazan con el tiempo
con salir a buscar
a todo aquel que se le niegue
al erotismo abrumante que le golpee la puerta de lo prohibido
todas sus noches.
Pues quién todo el tiempo desea
fundirse en el averno,
cuándo éste se presenta en tiempo y forma,
no puede esperar.
El placer tiene que fundirse en tiempo y forma
tiene que derretirse en pecho
y piel.
Debe esfumarse en boca y sexo
y hacerse oír por los lamidos
de las frases que llevan contenidos
en el pecho
cayéndo a los abismos
del deseo
que juntos construimos
cuando nos abrimos a derrumbar
la cárcel que nos aprisionaba
y nos paralizaba frente a frente
cada vez que nuestros interiores
se magnetizaban para liberarnos
de la prisión en la que nos autorecluimos
por no besarnos y arrancarnos
de la piel
de la piel
éstos amaneceres imprevistos.
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