lunes, 25 de noviembre de 2013

Contame, de cómo me amas.

Galopan mis piernas en tu espalda.
Qué sólida tu soledad!
Qué penetrante tu ímpetu de libre indiscriminado!
Contame, qué se siente morir de placer
y no saber concretarlo.
Los versos son calamitosos de lujuria,
de aquel ardor sudoroso que se desprenden
de tus manos,
y mi cintura.
No te gusta estar leyéndome,
no te gusta estar imaginándote tu cuerpo
sobre el suyo,
desnudo de moldes premeditados.
No sabe tu ego autodestruirse
si no sabe evitar el sometimiento
de tu pecho, desesperado por el calor de algún cuerpo.
Contame, cómo hacés para difuminarte en lo ancho de la cama,
sin si quiera sentirme.
Sin si quiera, atreverte a romper las rejas,
las cárceles,
los guettos y padecimientos,
que te ennegrecen.
Lo excitante que es,
ver a través de tus ojos,
la jauría de movimientos
que sabrías dar
si te permitieras abrir las alas,
y volar.
Y no sugiero ser la más valiente,
ni mucho menos la más entreguista de placer,
pero quizá en el tiempo y espacio en el que nos encontramos,
la posibilidad de evitar que yo escribiera ésto
en vez de estar amándote despiadadamente,
existe.
Y dejaría de existir,
si la histeria que te caracteriza,
sublimara de repente,
en el afán de los líquidos que liberás.
Incandecente.

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