Resulta que quizás
tu boca esconde
un veneno letal
en sus pálpitos húmedos
y sea
algo que asesine a las absurdas culpas
que no puedo tener
que no puedo sentir
que no existen en mí.
Si te entrometés
en mi cama
buscando mi desnudez
inexacta
y encontrándote
con mi respuesta urgente
a tus manos
que me insisten
sin importarles
si me niego
si demoro en entregarme.
No sembraste la intriga en mi piel
encendiste el rito impostergable
de hacerle caso omiso
a lo que debería ser
pero que es imposible que sea.
Parecía valentía
tu mordida en mi cuello
(inocente)
que jamás hubiera estado preparado
para sentir tus susurros mojados
incitándome a lo prohibido.
No quiero poesías justificativas
si al fin y al cabo
te besé sin escrúpulos
te amarré a mi cuerpo desesperada
me aferré a tu espalda inconcevible.
Aletargada por la mente que se me quedó en blanco
sorprendida
de lo acertadas que habían sido tus caricias
que jamás me hubiera animado a entregarte.
Y en la eternidad del lapso temporal
en dónde nos amamos
le doy sepultura
(momentánea, quizás)
al ardor que generabas en mis entrañas con tus dedos húmedos e invencibles.