viernes, 7 de septiembre de 2012

Teoría de los días nublados.

La luna iluminaba escandalosa, abrumante e irresistible, a la noche.
La luz era semejante a la que el sol dá para hacer el día.
Al darse cuenta de ésto, así de simple y concreto, el rey de las estrellas se encegueció de celos y de ambición. Fué así que un día, decidió faltar a su trabajo de todos los días, y así eludir su obligación. Se hizo el pícaro escondiéndose detrás de las nubes blancas de algodón y apagó su luz, o simplemente la dejó guardada en un cajón, por ése momento. Para cuando llegase la noche, la luna brillaría con deslumbrante esplendor, pues sería lo único que haya iluminado a la tierra aquel día, devolviéndole ésa vida necesaria y adictiva que las nubes se habían negado a brindar.
La noche llegó, y la luna brindo espontáneamente su show. El sol seguía escondido detrás de las nubes, observándola.
Nadie se había dado cuenta de aquel prófugo escondido, así como nadie había podido descubrir que lo que el sol sentía por la luna era una profunda admiración.

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