domingo, 23 de septiembre de 2012

Cambios de roles entre la naturaleza y la pasión


El paisaje era tan exigente como su piel
No podías esconderte de él
Y no había espacio represor en dónde él no pudiera manifestar su belleza.
En los más recónditos lugares lo encontrabas
O encontrabas una parte de él
que te seducía impune
que te conquistaba inevitablemente.
Si  te  proponías no verlo, él se mostraba aún más
A veces era bello e indescriptible
Otras era perfectamente saboreable
como observable.

Rugían sus ojos cuando el sol se reflejaba en ellos
rugían sus ojos
gemía mi alma
cantaban mis cielos
lloraba la soledad.

Cargamos de ansiedad y expectativa el encuentro
No me proponía que sucediese
Tampoco esperaba fundirme tanto
y de aquel modo en su piel
Pero su cuerpo, su arquitectura
era tan ágil e imparable como la pachamama que le había dado la vida.
A veces lo confundía con ella
a veces él se convertía en ella
Y muchas otras, su piel sabía a madre selva.

En el auge de la pasión
sus alas se abrieron
y empezó a planearse en mis interiores
revolucionándome el deseo.
De repente un estallido de jazmín en los labios
Y él se convertía en pachamama otra vez,
haciéndome explorarlo;
la encontraba en cada rincón de su piel,
en cada gota de vida y de prepotencia que me regalaba su boca.

Cuando rugían sus ojos
mis ojos imploraban por más.
Eran voceros de mi alma que insistente necesitaba liberar a gritos el placer que la poblaba.

Cuando rugían sus ojos se podía comprender
cómo es que él
nacía,  moría, seducía y se convertía en pachamama
cuando la soledad lloraba traicionada y vencida.

La luna nos encontraba desnudos de cuerpo y alma
fundidos piel con piel,
ahogados en los ríos y arroyos que se creaban en nuestros surcos,
cada vez que nos encontrábamos,
proponiéndonos no encontrarnos
y volvíamos a trazar el puente de sudor
que nos conducía a convertirnos
en la pachamama que nos había dado la vida.

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