martes, 27 de agosto de 2013

Crónicas de vos VI: Se descascaran tus máscaras.


Abriste conjuros extremos,
los invocabas seguros desde la compuerta
abriendote paso entre tus presas
cambiabas todo el tiempo de careta.

Algunas de las máscaras con las que salías a escena, me eran invisibles.
Otras parecían de fuego, de lava ardiente.
La que más me gustaba era la careta del espejo
en dónde te veía reflejado todo el tiempo
prendiéndote fuego comestible,
porque no soportabas estar vivo y mucho menos usar el ardor como combustible.

Desprendiste de tu alma la oscuridad que no sabías iluminar
la arrojabas en los cuerpos luminosos que te deseaban
el paisaje era una lucha constante entre luces que se apagaban y se encendían;
los cuerpos ardientes se fulminaban en el bosquejo negro de tu corazón.

Tu poesía eran tan indiscutible,
que en el reflejo del hoy las palabras se me ríen
porque se acuerdan de tu mesura, retórica e indiscutible.
¿Cómo olvidar la cobardía con la que te desenvolvías?
Temblé de la cobardía filosa de los destellos que te salían por la boca.
Sospechaba que tu carne y tu piel
eran de metal y de miel.
Las proesas de las que te hacías rey
destilaban olor a muchedumbre perdida, ensombrecida.
Desorbitaste los asteroides que gemían en órbita
por mi cuerpo;
colisionaste con los muros de la negación
que me desnudaban el alma;
reproduciste tu negación en el amor que te salía por los poros,
Pero vos insistías en que se trataba del cosmos
que nos cruzaba para desencontrárnos en un mismo paso.

¿Cómo desterrarte de la piel de la que te hiciste carne?
En algún mometo supiste
que estabas manipulando mi deseo
desesperado de tenerte
y devpoder besar lo óseo de tu perfil.

En el nudo de la historia te abrí la puerta de una patada, me estrellé contra tu pecho que me esperaba.
Me oías, pero dabas vuelta la cara.
Cambiabas las caretas con las que me mirabas.
La máscara de color se te desintengró en la cara.
Despacio las gotas de oleo se derretían por tu piel,
no sabías,
no entedías qué era lo que acontecía para que la profecía se cumpla así de cruda
de realidad y de alebosía,
de arte y de abrasante osadía.
Extendiste una mano en el aire, atinando a buscar una respuesta
o un interrogante, que te sirviera
para arrojar al abismo aquello que no podías decir, porque ya no sabías hacerlo fluir.

Abriste conjuros extremos,
los invocabas seguros desde la compuerta
abriendote paso entre tus presas
Cambiabas todo el tiempo de careta.

Quisiste combinar tu pervercidad del deseo
con lo profundo de mi corazón enamorado del amor.
Desintegraste el camino que te proponías trazar hacía mí,
inconcientemente destruiste el puente de luz que nos unía.
Pero totalmente conciente, me escupiste tu estupidez de hombre
que cree que ser hombre es ir pateando presas femeninas a su paso, en la cara.
¿Cómo acariciar tu piel pegajosa y embustera?
¿Hay algún cómo que no me permita alejarme de aquí?
¿Querías? ¿Sentías? ¿Existía el corazón? ¿O eras tan buen actor que hasta los besos eran ficción?
Tu cuerpo se desfigura en lo lejano de la pregunta que nunca respondiste
y en la nebulosa en que me dejas flotando antes de esconderte en otras piernas,
Tomo vuelo, mientras el polvo se convierte en nube.
Unos ojos verdes me viene a buscar,
y me dejan flotando en ésta nube,
con los pies descalsos para poder soportar
el impulso de dejarte ir y someterme a la verdadera felicidad.

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