Cuánto es lo que cuesta poder acertarle al punto en que hay que existir para no perder el sentido de ésta vida?
Cómo no sentirme responsable de la manera en que se desencuentran tu esencia y la mía?
Si los rumbos son los que se encuentran y porque sí
y soy yo la que existe a costa del canal emocional que se entreteje para los dos.
¡Cuánto cuesta mi amor regalarle un poco de paz al dolor!
Y recopilas todo ese sentimiento que crece en espiral para llenarnos a los dos; para apagar el fuego que arde en los vacíos que deja el que no asume el sentimiento; para hacer valer cada rugido que mezcla el deseo y lo prohibido del momento eterno en que es unánime la pasión.
Cómo no sentirme responsable de la manera en que se encuentran tu escencia y la mía?
Si son tus besos mi amor, los que llenan el agujero negro de dolor que llevo cargado y maniatado en mi canción; si es aquella incesante presencia que se hace relativa cuando no hay elocuencia al convertir o no en lineal el andar. Y es la inconstancia y la discontinuidad -la inseguridad, el miedo y la soledad- los protagonistas de el letargo que domina mi prescribir en tu sentimiento.
Cuánto sea lo que cueste regalarle un poco de paz al dolor mi amor, perseguiré cada rumbo trazado y desdibujado en el andar para llegar hasta dónde se encuentre la pieza del puzzle que le falta a tu felicidad.
El encuentro es crucial cuando el arte canaliza todo lo que queda pendiente, cómo las palabras que quedan colgadas de los labios de los dos.
Resucitando la intención de hacerte ver sin temor cual es la intención (sin ninguna solución) de habernos dado el momento para existir en los dos.
Aún cuando en los labios nos queda tanto sentimiento por expresar
y nuestros ojos ocultan el temor de hacerle caer una lágrima a los demás.
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