
Será revivido el deseo utópico, y tan real cómo utópico, que permanece dormido en los corazones de los jóvenes?
Cómo viviremos si estamos desviviendo en ésta vida sin fin?
Cómo lucharemos objetivos hacia el destino que nuestro mapa nos señala?
Cual es el camino para prescribir el andar en el que nos hacemos eco de nuestro sueños?
Cuánto cuesta robarle realidad para regalarle utopía y sueño a las mentes dormidas?
Cuánto más es lo que hay que esperar hasta que el ¡clik! en la cabeza nos haga reaccionar?
Será el mundo una burbuja letal casi imposible de traspasar por quienes creemos que la vida va mucho más alla de lo tangible?
Las certezas son cómo el agua escurrida entre los dedos
y el deseo del sueño acorralado entre tanta opresión y mensaje subliminal que nos acorrala hacia lo que dicen que debemos ser, nos mantiene balbuceando y llorando porque creemos que todo está acabado.
Pero el hermano llega, para secar el llanto, para responder tanta incógnita, para entender que la respuesta a cuánta duda nos detenga en el camino está en el interior de cada inviduo.
Y que preguntarse hacia dónde voy y porqué no es más que reforzar el camino que tambaleando vamos recorriendo. Y que cada vez el andar se hace más firme, incluso cuando la utopía se nos aleja diez pasos mas alla.
Se sabe que el camino va de la mano con el andar y construir, pero nos aletarga igual. Y quedamos sumidos al fin en el impulso que nos dan nuestros ideales, que son el combustible y el motor principal que hacen que no se detenga ningún andar, por más aletargado que se nos vuelva.
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