miércoles, 25 de mayo de 2011

Para siempre o nunca más.










Fue entonces que las gotas de lluvia golpearon su cara, como una suave caricia colmada de frescura, logrando cesar aquella sed interminable que lo poblaba.

Se chocó con su mirada sorprendida, que le expresaba mucho más que lo que sus palabras decían. Yo sé que sentís lo mismo que yo, y siento como las palabras me galopan en la boca sin atreverse a mostrarte la verdad, la verdad literal ¡Si ya te dije todo con los ojos!

Y en el momento eterno de euforia animal, de calor abismal, de sed abominable de recorrerte con los labios; la bomba estalla y se enriendan mis brazos con los tuyos. Oh madre selva, si es esto tan fiel como el caer de las hojas en otoño, si es esto tan natural como el florecer de una margarita, si es esto tan real como el canto del jilguero. ¡Si ya te dije todo con la piel!

Me encuentro agobiada en un instante pequeño, pero pesado como cemento. Intentando recuperar la agilidad con la que me desenvuelvo habitualmente al amarte, al sentirte, al vivirte.

Me abofetea la cruda realidad de que mis miedos me gobiernan, y me hacen perder oportunidades únicas de expresarme ante ti. De ser sincera para mí. De liberar el avispero, y poblar el horizonte interior de la calma que brinda la libertad.

¡Si ya te dije todo con los besos!

Un día más caminando de tu mano, que podría ser el último, o el andén de recorrer el infinito tiempo del arte de estar juntos. Recaigo en la realidad, en la bofetada de tenerte para siempre o nunca más.

Digo que te dije tanto, y todavía me callo tantos sentimientos.

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